viernes, 2 de junio de 2023

T22 BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO

0. INTRODUCCIÓN - CONTEXTO HISTÓRICO

a. LA SEVILLA DEL SIGLO XVII*: HAZ CLIC AQUÍ.
* Vídeo (2:00:43) del canal de YouTube: Historia y Patrimonio de Sevilla.
* Charla-exposición acerca de dicho contexto histórico en general.

b. TEMA 14 (MANIERISMO Y PRIMER BARROCO): HAZ CLIC AQUÍ.

c. TEMA 15 (EL APOGEO DEL BARROCO SEVILLANO): HAZ CLIC AQUÍ.


1. BREVE APUNTE BIOGRÁFICO:

Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, 1618 - 1682) es el máximo exponente de la escuela sevillana de pintura del Barroco. Evolucionó desde sus inicios en el taller de Juan del Castillo desde un manierismo tardío de cánones muy rígidos (establecidos por Francisco Pacheco y que seguían a pie juntillas los pintores sevillanos de la época) hacia el naturalismo más espontáneo, de trazos muy desenfadados, del Barroco en su más alto apogeo. En su estética se anticipa el delirio estético edulcorado del idealismo del Rococó, como se ve claramente en algunas de sus más peculiares e imitadas creaciones iconográficas, como la Inmaculada Concepción (de delicado rostro femenino adolescente) o el Buen Pastor (representado como un tierno niño).

Tuvo gran número de discípulos y seguidores hasta bien entrado el siglo XVIII, formándose una de las escuelas más influyentes de la Historia de las Artes Pictóricas. Su genialidad artística tuvo una fama de tan colosal magnitud que atravesó todas las fronteras. De hecho, fue el pintor español mejor conocido y más valorado fuera de España hasta el siglo XX.

Se cree que Murillo nació en los últimos días de 1617, ya que fue bautizado en la parroquia de Santa María Magdalena de Sevilla el lunes 1 de enero de 1618. Hasta hace poco se tenía la costumbre de bautizar a los niños a los pocos días de su alumbramiento.

Era el menor de 14 hermanos, hijos del barbero Gaspar Esteban y de María Pérez Murillo. Su madre procedía de una familia de plateros y contaba entre sus parientes cercanos con algún pintor. Conforme al uso aleatorio de la época, por cuestiones de mayor prestigio social, solía firmar con el segundo apellido de su madre (Murillo). Muy rara vez firmó con su apellido paterno (Esteban).

Su padre era un acomodado barbero, cirujano y sangrador. En ocasiones se le daba el tratamiento de bachiller. En un documento de 1607 afirmaba de él que era «rico y ahorrador», arrendatario de algunos bienes inmuebles junto a la iglesia de San Pablo cuyos derechos heredó Bartolomé, lo que le proporcionó unas buenas rentas durante casi toda su vida. En el plazo de seis meses se quedó huérfano de padre y madre poco antes de cumplir los diez años de edad, pasando a estar bajo la tutela de una de sus hermanas mayores, Ana, casada también con un barbero cirujano, Juan Agustín de Lagares.

Su sólida formación artística comenzó siendo aún niño en el taller del pintor Juan del Castillo, pariente suyo por línea materna. Se cree que allí dio sus primeros pasos como pintor entorno al año 1635.

Fue coetáneo de otros grandes pintores como Diego Velázquez, José de Ribera (cuyo apodo era "Lo Spagnoletto": el españolito), Alonso Cano, Francisco de Herrera (el Mozo) y Francisco de Zurbarán. Y, al igual que ellos, recibió una gran influencia del naturalismo que superó las limitaciones estéticas del rígido manierismo.

En 1645, ya era un reconocido pintor de prestigio y hacía varios años que regentaba su propio estudio de pintura. Allí realizó numerosos retratos a personalidades relevantes por su grandísima talla artística en el dominio de esta especialidad pictórica.

Su incuestionable renombre forjado con la excelencia de sus trabajos fue el motivo por el que, en 1645, recibe su primer encargo de gran envergadura: un conjunto de 13 cuadros con los que se haría el retablo del convento de San Francisco El Grande, que era el "Cuartel General" de la Orden de los Franciscanos para la Evangelización de América. El sonoro éxito de aquella colosal obra motivó que, a partir de entonces, recibiera muchos más encargos de esa categoría, siendo el pintor predilecto de todos los grandes conventos.

Hay documentos que constatan que, en 1658, estuvo en Madrid. Es más que probable que durante esta estancia en Madrid, Murillo tuviese acceso a la colección de pinturas del Palacio Real, lo que constituía una magnífica oportunidad para la formación. No obstante, este viaje no duró más que algunos meses, pues a finales de dicho año consta de nuevo la presencia de Murillo en Sevilla.

En 1660, el pintor de los rostros infantiles y las Inmaculadas, fundó la Academia Sevillana del Arte de la Pintura junto con el pintor Juan de Valdés Leal, el arquitecto Juan de Herrera y otros muy destacados artistas residentes en la ciudad hispalense. Dicha institución tenía su sede en la planta alta de la Casa Lonja de Mercaderes, en el edificio donde hoy está el Archivo de Indias.  La financiación para la remodelación necesaria para la nueva funcionalidad de los espacios destinados a la docencia artística fue posible gracias a las donaciones de su principal mecenas, el conde de Arenales, don Juan Fernández de Henestrosa. Entre otras actividades de formación, allí tenían lugar sesiones nocturnas para la práctica del dibujo a la luz de las velas.

Fue aquella época la de su máxima actividad. Fue entonces cuando recibió los importantísimos encargos del retablo del monasterio de San Agustín y de los cuadros para Santa María la Blanca, concluidos todos ellos en 1665.

Justamente en ese mismo año (1655), Herrera el Mozo llega a Sevilla recién llegado de Italia y revolucionó a la pintura barroca sevillana (y dejó honda huella en Murillo) con su obra Triunfo del Sacramento o Apoteosis de la Eucaristía realizado para la Catedral hispalense (y donde actualmente se halla). En dicha pintura está plasmado el aprendizaje de las innovadoras técnicas pictóricas de la vanguardia de la época con empleo de fuertes contraluces, con unas siluetas que parecen cortar la composición en zigzagueantes dentelladas, y con el tremendo dinamismo creado por los escorzos de todos los personajes.

Al año siguiente (1656), Murillo pinta su San Antonio de Padua para la Catedral de Sevilla (que se encuentra en el retablo de su Capilla Bautismal). En esta obra vemos claramente la influencia de las técnicas herrerianas.

Posteriormente, trabajó para el Convento de los Capuchinos de Sevilla. Destaca entre aquellos cuadros el de la Virgen de la Servilleta (1666), el de de Santo Tomás de Villanueva repartiendo limosna y el de la Inmaculada Concepción conocida  popularmente como La Niña. Tanto el cuadro de Santo Tomás de Villanueva como el de la Inmaculada Niña fueron realizados entre 1668 y 1969, y podemos ver ambos en el Museo de Bellas Artes. También de esta época son sus trabajos para el Hospital de la Caridad (cuadros sobre las obras de misericordia).

En sus últimos años, tras alcanzar la cúspide artística, Murillo escogió como su temática favorita la realidad de la más absoluta miseria de las calles hispalenses, enalteciendo a las más elevadas cimas estéticas a los más humildes chiquillos, pilluelos y mendigos. Aquella tremenda injusticia social era una hiriente paradoja de la Sevilla que era, en aquel entonces, el principal puerto del más floreciente Imperio Español y Puerta de América.

Murillo, en vida, ya era considerado como el mejor pintor de Sevilla superando en prestigio hasta a Zurbarán. Por ello, los mejores contratos caían en sus manos. Las buenas rentas que obtenía le proporcionaban un alto nivel de vida, llegando a tener una cuadrilla de pintores que trabajaban a su servicio en su taller, tres criados y una sirvienta doméstica.

Murillo fue íntimo amigo de Miguel de Mañara con quien compartía una profunda Fe y una grandísima generosidad que le llevó a deshacerse de una gran parte de su fortuna para sufragar los muchos gastos del Hospital de la Caridad, institución gestionada por la Hermandad de la Santa Caridad de la que Murillo era miembro.

Según Antonio Palomino, biógrafo de referencia obligada en el estudio de los grandes artistas del siglo de Oro español, Murillo estaba pintando un gran lienzo para el retablo de la iglesia de los capuchinos de Cádiz, cuando se cayó del andamio que tenía levantado en su taller para realizar la pintura, quedando muy maltrecho y falleciendo a los pocos meses, lo que aconteció el 3 de abril de 1682. Fue enterrado en la Iglesia de Santa Cruz de Sevilla.

2. MÁS INFORMACIÓN DEL AUTOR (museodelprado.es): HAZ CLIC AQUÍ.

3. ESTÉTICA: APOGEO (MOMENTO CUMBRE) DEL BARROCO SEVILLANO

4. ESPACIO / INTERIOR PERSPECTIVA:

El denominador común de todas estas obras en lo referente a este parámetro es que el espacio interior de la obra se desvanece en una atmósfera nebulosa celestial propia de los rompimientos de gloria que hemos visto en otras obras de temática religiosa.

En otras palabras, no se crea un espacio reconocible realista, pues se representa algo que está más allá de la realidad visible.
 
5. VOLÚMENES: MUY LOGRADOS, con un muy exquisito estudio de luces y sombras que muestran el absoluto dominio de la técnica del claroscuro.
 
6. PROPORCIONES ANATÓMICAS PERFECTAS.

7. CROMATIMOS Y LUMINOSIDAD.

Se logra una gran armonía visual con los colores empleados en toda la serie.

Como en la mayoría de las obras realizadas por este gran maestro sevillano, el claroscuro (contraste de luces y sombras típico del naturalismo) está presente en casi todos los cuadros de este retablo, haciendo resaltar las líneas y los volúmenes, destacando con mayor luminosidad aquello que es más sobresaliente en la composición, allá donde el artista quiere poner el foco de nuestra atención.

El cuadro de la Virgen de la Servilleta es un claro ejemplo de tenebrismo, técnica en la que todo lo que rodea a los protagonistas es un fondo completamente oscuro.

8. TEXTURAS DE GRAN REALISMO.
Murillo realiza todas sus obras con la técnica pictórica del naturalismo, con una pincelada suelta y rápida, que vista de cerca nos puede parecer descuidada o desdibujada. No obstante, la intención del artista no es reproducir cada detalle con exactitud milimétrica, sino que, situándonos a cierta distancia de la obra (con una separación de más de un metro), nos parezca que estamos ante algo verdaderamente real.

9. ROSTROS: ABSOLUTA PERFECCIÓN TÉCNICA.
Murillo retrataba a cualquier persona de cualquier edad y con todo tipo de emociones con absoluta perfección técnica.

10. EL RETRATO INFANTIL EN MURILLO Y EN OTROS PINTORES

Murillo es, indiscutiblemente, uno de los más grandes genios de las Artes Pictóricas de todos los tiempos. Le conocemos como "el pintor de los niños" por la soberbia maestría con la que los retrataba. Lo cual es uno de los indicativos de su sublime grandeza artística, pues los rostros infantiles son, con notable diferencia, los más difíciles técnicamente. Fue el primero en saber retratar la candidez y la dulzura expresiva de la más tierna edad con absoluto realismo.

Velázquez es otro pintor que retrata con impecable perfección a los niños, tal y como vemos en el cuadro de Las Meninas o en el retrato del Príncipe Felipe Próspero. Francisco de Herrera, el Viejo, en su etapa final (Apoteosis de San Hermenegildo) también logra un soberbio dominio de dichos rostros de la más tierna edad. No obstante, Murillo les superó en el sumo grado de perfectísima y purísima expresión de la natural candidez infantil.

Tenemos que esperar hasta el siglo XIX para encontramos pintores del Romanticismo como Valeriano Domínguez Bécquer (hermano del célebre poeta) o Antonio María Esquivel, cuyos retratos infantiles son de una muy exquisita factura y de sobrado realismo. A caballo entre el siglo XIX y el XX, pintores impresionistas como Sorolla y Renoir trabajan los rostros infantiles con una muy excelente solvencia estética pero, hasta bien entrado el siglo XX, no se alcanzan unas cotas de realismo similares en este tipo de retratos pictóricos.


INMACULADA DEL CORO (la Niña)
Procedencia: Convento de los Capuchinos (Sevilla)
FOTOGRAFÍA (GRAN TAMAÑO)HAZ CLIC AQUÍ.



PINTURAS DEL RETABLO MAYOR DEL CONVENTO DE LOS CAPUCHINOS
Procedencia: Convento de los Capuchinos (Sevilla)
Autor: Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla 1617, † Sevilla 1682)
Época: SIGLO XVII

LAS FOTOGRAFÍAS DE CADA UNO DE LOS CUADROS SE VEN MÁS ABAJO.

INFOGRAFÍA DEL MUSEO SOBRE EL CONJUNTO DEL RETABLO
(AQUÍ DEBAJO)


DIMENSIONES DE LOS CUADROS DE ESTE RETABLO
San Antonio de Padua: Altura 193 cm x Anchura 124 cm
San Félix de Cantalicio: Altura 193 cm x Anchura 124 cm
San Buenaventura y San Leandro: Altura 200 cm x Anchura 176 cm
Santas Justa y Rufina: Altura 200 cm x Anchura 176 cm
San José y el Niño: Altura 197 cm x Anchura 116 cm
Virgen con el Niño / Virgen de la Servilleta: 67 cm x 72 cm
San Juan Bautista: Altura 197 cm x Anchura 116 cm
El Jubileo de la Porciúncula: Altura 430 cm x Anchura 295 cm
La Santa Faz*: No se han encontrado datos precisos.

* "LA SANTA FAZ" DE MURILLO NO ESTÁ EN EL MUSEO.
Temporalmente, esta obra de forma ovalada y de pequeñas dimensiones estuvo junto con las demás obras del retablo durante la Exposición "Murillo y los capuchinos de Sevilla". Pertenece a una colección privada de Inglaterra y actualmente se encuentra junto a las demás obras de dicha colección.
FOTOGRAFÍA DE LA SANTA FAZ DE MURILLO: HAZ CLIC AQUÍ.


San Antonio de Padua con el Niño



San Félix de Cantalicio con el Niño



San Buenaventura y San Leandro



Santas Justa y Rufina


San José y el Niño



Virgen de la Servilleta



San Juan Bautista



El Jubileo de la Porciúncula


RUTA POR LUGARES IMPORTANTES DE SU VIDA

CONOCED SEVILLA Y A LOS SEVILLANOS ILUSTRES.

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